Era una noche tranquila, la luna iluminaba aquel sendero por el que andaba, no estaba muy segura hacia dónde me dirigía y los árboles a los lados del camino no me permitían ver más allá de un bosque espeso.

Los pasos se aceleraron ante mi torpe
huida. Sabía que sin importar lo que hiciera no podría evitarlo, tarde o temprano
llegaría el momento de enfrentarlo. En algún momento de la larga carrera mis piernas flaquearon y
caí de cuclillas casi sin aliento. Pude percibir como los pasos se hacían cada vez más
lentos y más cercanos, con cada crujir de la hojarasca mi pánico aumentaba.
Intenté levantarme pero mi cuerpo no respondía, presa del miedo mis músculos se habían tensado tanto que se negaban a moverse. Respiré hondo intentando calmarme y hacer que mi cuerpo obedeciera a mi mente. Y cuando logré ponerme de pie quede frente a una extraña silueta encapuchada, de cuyo rostro sólo
figuraban dos grandes y brillantes ojos rojos, escuche como hablaba un lenguaje inteligible para mí con voz
ronca, profunda y casi espectral.
Cuando por fin empecé a moverme, no fue
precisamente para reanudar mi huida, sino que fui caminando lentamente hacía la silueta encapuchada tan hipnotizada por aquellos ojos rojos que no me di cuenta que habíamos estado acercándonos al borde de un peñasco, donde nos esperaban muchas más siluetas encapuchadas y de ojos rojos que estaban flanqueando un camino que daba al abismo, entonando un cántico en el mismo lenguaje que había escuchado de mi captor. Mi corazón estaba al borde del colapso.
Y sin que pudiera hacer absolutamente nada para evitarlo continué caminando hacia el abismo de frente a mi captor, quien de la amplia manga de su túnica saco un
daga dorada. Por más que intenté y me
esforcé en moverme no lo conseguí, y llegué al borde del peñasco, cuando mis pies dieron el último paso en tierra las piedrecillas sueltas saltaron al abismo oscuro. Mi corazón latía con desenfreno e hiperventilaba, mi mirada se había liberado de aquellos ojos rojos y ahora contemplaba aquella luna que brillaba en lo alto.
"Es inútil no puedes escapar" ; Me dijó el portador de la
daga que se había colocado detrás mío. Sentí el frío de la daga recorrer mi cuello sensación que cambió drásticamente cuando empezó a correr la sangre por mi piel. Me sentía débil, fuera de mí, y sólo pude cerrar los ojos y dejarme caer hacía el abismo....
Desperté de un salto, sumamente agitada, sentía en mi cabeza el latir de mi corazón. Respiré hondo en un intento de calmarme y al pasar mi mano por mi cabeza y deslizarla hasta mi cuello
algo me hizo entrar en shock, al encontrar una herida que sangraba. Corrí al baño por el botiquín de primeros auxilios, con manos temblorosas saque un par de gasas para detener la hemorragía, pero cuando estaba
dispuesta a curarme ya no había ninguna herida. Aún en shock decidí que era mejor regresar a mi cama, recostarme
un rato y ver televisión para distraerme, pero al regresar a mi habitación, en
la cama se encontraba una nota que decía:
SABES QUE NO PUEDES ESCAPAR
No hay comentarios:
Publicar un comentario
si te gusto comenta