¿Han visto esas películas sobre un grupo de individuos que se quedan encerrados en una casa ya sea por una tormenta, un asesino serial, un viaje a otra dimensión, fantasmas o un apocalipsis? ¿Han notado que todas esas historias terminan todos locos o asesinados, porque no aguantan el encierro? A eso último se le llama el síndrome de la cabaña.
El compartir el mismo espacio con más individuos que uno mismo, nunca es fácil, si lo fuera nadie huiría a casarse o ser roomie. Cómo les he estado contando durante esta cuarentena/quédate en casa/ confinamiento, la vida se ha vuelto más monótona y con un escenario rutinario y muy tendente al aburrimiento. Así que imagínense compartir el mismo escenario rutinario con siete personas igual de aburridas que tú, en una casa de dos pisos y un baño. No es fácil.
Así que les podría contar que en mi escenario de película en cuarentena podría ser así: una familia grande, con una mamá, un papá, dos adolescentes, una embarazada y su hija y una maestra, intentan sobrevivir al día a día, en medio de una pandemia de un virus mortal que se contagia por medio de fluidos humanos. Suena interesante, ¿no?
De las cosas curiosas que pasan cuando somos tantos en una casa, es la lista de compras kilométrica, productos que había que desinfectar con esmero para no infectarnos de COVID, de hecho ser seleccionado para ir al centro comercial o al mercado por las provisiones se sentía como estar en una mezcla de los juegos del hambre y soy leyenda.
También algo que a lo mejor nos ha pasado a todos es que cocinamos cuanta cosa se nos antoja de ver redes, y que terminamos preparando, postres, panes, platillos fuertes, dulces que se compran por mayoreo para que duren. Lo bueno de esto es que no sólo se comparte la comida, sino también los kilos y sino ocupas jeans, no notas cuanto has subido hasta que te pruebas tu ropa para la nueva normalidad y salir al mercado y ya no te entra ni sumiendo la panza.
Pero también al pasar tanto tiempo juntos puedes descubrir cosas que ni siquiera sabías que te irritaban, gritos agudos, programas de tv raros, que se coman tu pan sin preguntar, que te toque lavar los platos de todos.
Y cómo no todo es blanco o negro, también puedes encontrar cosas que no sabías de ti, de otros y descubrir cosas nuevas en compañía, aprender de las habilidades del otro, escuchar que defectos tienes y no sabías, pasar aventuras que después contaras con gusto.
Pasar un apocalipsis en familia puede ser toda una odisea entretenida, travesuras y ocurrencias de una infante; tendencias de internet como lettering y recetas virales como el café dalgona y el pan esponjoso japonés, cortesía de los adolescentes; historias curiosas y lecciones de vida de parte de los padres; aprender a ser ninjas para no salir en clases en zoom y anécdotas de clases online de parte de la maestra; aprendizaje y ver el milagro de la vida en ver y cuidar a una embarazada hasta el alumbramiento y después convivir con un bebé adorable que madura muy rápido.
Nunca es fácil estar acompañado, pero es mejor que estar sólo.
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