lunes, 1 de febrero de 2021

PARA CADA LIBRO HAY UN LECTOR

La semana pasada les conté un poco de cómo fue trabajar en una librería, pero les quede a deber el asunto con los clientes que llegue a toparme en ese sitio. Y es que cada día de trabajo era diferente, no sólo por la novela que se desarrollaba entre los empleados de piso, sino porque la gente que iba a la plaza los fines de semana y se paraba en la librería era siempre diferente.
    Estaba pensando en qué clientes sería interesante mencionar aquí, y creo que haré un top 5 de los más peculiares con los que me llegue a topar.

    #5 La señora de la peluca: 
         Era domingo por la mañana y el local había estado vacío casi desde que abrimos y me encontraba platicando con mis compañeros en la entrada, matando tiempo, cuando apareció una mujer trans de espalda ancha, una linda peluca castaña de cabello bien planchado, barba y bigote afeitados pero notorios, vestía una minifalda de mezclilla y una blusa de tirantes amarilla, llevaba una bolsa de plástico en la mano. 
    Nosotros saludamos dando los buenos días y ofreciéndole ayuda para buscar algún título, ella nos respondió muy amable con voz ronca, que intentaba agudizar fallando épicamente, estaba buscando un libro sobre cantos cristianos y oraciones. Uno de los vendedores le comento que no teníamos de ese tipo de libros, pero que podía ir a una librería de temas religiosos que se encontraba cerca y le dio la dirección e instrucciones para llegar desde la plaza. La mujer se marcho agradeciéndole a mi compañero lanzándole un beso y deseándonos un buen día. Y antes que pudiéramos burlarnos de mi compañero por el beso recibido, la tienda se lleno de gente, pero aún se percibía un perfume particular a flores.

     #4 Los que se creen jefe encubierto:
     No sé si han visto en tv un programa que se llama: jefe encubierto. Dónde empresarios o dueños de alguna tienda o cadena de comida rápida se disfrazan para pasar un día como empleado de su empresa para ver como funciona realmente y termina con ellos revelando su identidad, premiando a sus mejores empleados y usando su experiencia como empleado encubierto para mejorar su empresa.
    Pues los dueños de la librería dónde trabajaba sí que vieron el programa y se les ocurrió hacer lo mismo. Por rumores entre empleados nos fuimos enterando más o menos como operaban los mentados "chopers", se hacían pasar por clientes y ya sea que pidieran material o simplemente se paseaban por las sucursales para después dar su reporte. 
    El caso más extremo que me toco escuchar fue el de un joven al que le pidieron una Biblia de la reina Valera, y cómo no había en su sucursal ni en el inventario, le dijo que en la librería amarilla seguro sí la tenían. Falta decir que ese fue su último cliente atendido en esa empresa y que en los días posteriores a todas las sucursales nos llegaron montones de ejemplares de la Biblia de la reina Valera.
    A mi me toco atender a dos de esos "chopers", el primero me pidió libros sobre tecnología, haciendo que cargara la escalera más grande de la sucursal para bajar del estante los libros solicitados, para después dejarlos botados en una de las mesas de novedades. ¿Cómo me di cuenta de que era un "choper"?, porque se sabía los nombres de mis compañeros de planta y me pregunto cómo eran con los clientes, cómo era el ambiente de trabajo y si creía que era una buena sucursal. Aún más sospechoso cuando lo vi rondando la librería varias veces a lo largo del día.

    La segunda "choper" fue una mujer de vestiduras elegantes y una Loui Vuitton, original que nos pidió al menos un libro a cada uno de los empleados para después dejarlos en caja y salir sin decir más.
    Esos "chopers" nunca eran nada discretos y eran como una especie de terror psicológico, en vez de una motivación para trabajar mejor.

    #3 Los viejitos con tiempo
        La librería cerraba a las 9 pm los fines de semana, así que los Domingos nos preparábamos los últimos 10 minutos antes del cierre, empezando a acomodar libros sueltos, guardar nuestras cosas, cerrando caja y pedidos. Un domingo de esos en que ya a media hora del cierre no se había parado ni un alma en el local, empezamos a prepararnos para irnos, cuando entro una pareja de ancianos. 
    Al verlos entrar realizamos protocolo, saludar y ofrecer nuestra ayuda con algún titulo, por principio de cuentas la señora nos dijo que quería un libro para sus nietos, así que para que fuera rápido entre dos nos pusimos a buscarle algunos que se pudiera llevar, mientras el señor se puso a recorrer la librería con toda la calma del mundo, moviendo libros y dejándolos dispersos en las mesas.
    Faltaban 5 minutos para el cierre y uno de mis compañeros empezó a cerrar dos de las 3 cortinas de metal que tenía la entrada, la señora seguía eligiendo con calma los libros que le ofrecíamos y buscábamos que se decidiera rápido por alguno. 
    Ya eran las 9 y la señora apenas había decidido por uno, aquí tengo que mencionar que la zona de libros infantiles estaba al fondo del local, y la caja en la entrada, y ese camino del punto A al B, se sintió como una eternidad. No sólo la señora caminaba lento, sino que al encontrarse con su esposo se pusieron a ver los libros de las mesas, mi compañero bajo la tercera cortina y otro más empezó a bajar las luces, en un intento de hacer una sutil presión para que la pareja o comprará o se marchará para que pudiéramos irnos a casa. 
    Ustedes dirán: con eso hasta yo me sentiría incomodo comprando algo, pero no, la señora por fin pago el libro y su esposo regreso a ver libros en las mesas. Ya en el local sólo estaba el cajero y el compañero que estaba cerrando las cortinas, en la trastienda estábamos el resto esperando a que se fueran los viejitos para poder salir. No sé qué le habrá dicho el encargado pero después de un par de minutos nos avisaron que podíamos checar salida e irnos. Hora de salida 9:20, que se sintió cómo una eternidad.
    Por favor sino van a ser rápidos, no entren a la hora del cierre en las tiendas, es horrible esperar a que se vaya el último cliente una vez que pasa tu hora de salida.

    #2 Los mirreyes
    La librería en la que trabajaba se caracteriza por editar una gran cantidad de libros para abogados, y varias veces me toco atender abogados que trabajaban en sus propias firmas o en algún juzgado y estudiantes que iban por sus lecturas del semestre. Un grupo de estos últimos da nombre a este puesto.
    Eran un grupo de cinco chicos vestidos al estilo mirrey mexicano, simpáticos chicos, el único problema es que interpretaron mi amabilidad con coquetería, al grado de decir que ese viernes se iban a ir a Cuernavaca a una fiesta y que si quería podía ir con ellos. Les dije que no, pero regresaron horas después a preguntarme si estaba segura de no ir, que ellos me llevaban y traían de regreso. La respuesta fue la misma, no. Al final entendieron y se fueron sin más.
    Agradezco que hayan entendido que no es no. 

    #1 El Focol
    Cómo les he mencionado antes al trabajar los fines de semana y al ser una plaza grande, era muy raro que hubiese clientes que me topará con frecuencia, y por desgracia en 6 meses que estuve ahí, me tope con éste personaje al menos una vez al mes, ya los últimos meses le rehuía y pedía que alguien más lo atendiera.
    ¿Han visto al personaje de Chespirito, el Chompiras?, ese con sombrerito yacateco plano, bigote poblado a lo morza y lentes redondos de fondo de botella, chaparrito y que siempre va con un traje holgado, pues así era este individuo: el Focol.
    ¿Y a qué debe el apodo? A qué cada vez que iba a la librería, pedía libros de Focol. La primera vez que me toco atenderlo no logré dar con el autor, y le pedí que me escribiera el nombre del escritor para buscarlo en el sistema y enseñarle que libros había en la sucursal. Cuando tecleo el nombre intente no reírme, el autor era Paul Michel Foucault, cuyo apellido más o menos suena "Fuco", para el señor era equivalente a Focol. 
    Total, le enseñe lo que había en el catalogo y sólo decía: ese ya lo leí, ese ya lo tengo, ese de ahí le cambiaron la portada, ¿no tienen algo nuevo de él? Cabe mencionar que su último libro publicado, fue de manera póstuma: El coraje de la Verdad, que son una serie de apuntes sobre sus últimas clases en el College de Francia, ya que murió en 1984. Y de ahí en fuera no hay más atribuido a su autoría. Cuando le explique esto al individuo, lo único que hizo fue levantar los hombros y preguntarme: ¿entonces no tiene nada nuevo de él?
    Respirando hondo le ofrecí algunos libros que analizan sus obras, pero su respuesta fue: yo quiero libros de Focol, regresaré después para ver si hay algo nuevo de él. Creo que no entendía que lleva más de 20 años muerto.
    Los encuentros subsiguientes fueron similares, me quedaba frustrada y él sólo se encogía de hombros pidiendo libros nuevos de Focol. Los últimos meses ya había desistido en atenderlo, porque para colmo siempre se acercaba a mí, así que me excusaba y alguno de mis compañeros salía a mi rescate.
    A lo mejor algún día se encuentran manuscritos inéditos de Focol y su asiduo lector será feliz.

    Hasta aquí el story time de esta semana. ¿Tienen historias de clientes raros?, ¿Han sido los clientes raros?.
     Cuénteme sus historias en twitter, @hada_24 , yo los leeré por ahí.
    Por cierto éste jueves es mi cumpleaños y los 30 se sienten cada vez más cerca. Tal vez la semana que viene les cuente un poco cómo empezó mi linda tradición de celebrar mi cumpleaños al menos 3 días seguidos y cómo adapte eso a esta pandemia/encierro/cuarentena.
    Hasta entonces.

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