domingo, 1 de agosto de 2021

Al otro lado de la ventana. Cap.1 La mudanza

 Disclaimer: Sé que he estado ausente, pero está pandemia me está moliendo mentalmente hasta decir basta, intento llevar un día a la vez, pero no hay muchos buenos días últimamente. Ahora les traigo un relato diferente, una novela rosa por entregas. Ojalá sea de su agrado, también pueden leerla en Wattpad, está con el mismo título.

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 Sólo faltaban una vuelta de escalones para llegar. 

Estaba arrepintiéndome de haber escogido esa caja. Pude haber empezado por algo más pequeño, pero quería que lo primero que tocase mi nuevo departamento fuesen mis preciados libros.

Cuando llegué a la puerta marcada con el número 4, baje la caja al suelo, lo que provocó un fuerte sonido que retumbo en el pasillo vacío. Saqué las llaves de la bolsa trasera de mis jeans y abrí la puerta. Empuje la caja hacia adentro y respire hondo al sentir que se me hacía un nudo en la garganta, después tendría tiempo de llorar a solas, ahora tenía que meter mis cosas en aquel lugar.

Atore la puerta para que se mantuviera abierta mientras pasábamos con mis pertenencias. Salí a alcanzar a mi padre y a mi cuñado que estaban por empezar a subir mis muebles. Cuando choque con él.

Esa era la primera vez que veía un hombre tan guapo que no fuese en un catálogo o en redes sociales. Era más alto que yo, tal vez de un metro ochenta, de cabello negro que llevaba en un corte moderno, su barba parecía de días, su rostro era cuadrado y bien perfilado, por un momento me perdí en sus ojos color verde aceituna enmarcados por unas espesas pestañas. Estaba vestido con ropa deportiva negra.

Nos quedamos viendo fijamente un momento, tanto que fue incomodo, pero respiré hondo y decidí presentarme.

—Hola soy Luna. Soy tu nueva vecina. — Le extendí la mano en señal de amistad.

—Hola nueva vecina, soy Mateo, mi departamento es el de junto— Su voz era aterciopelada y tenía un acento algo peculiar, me dedico una sonrisa pícara que me hizo sonrojar.

Pero antes de que pudiese hablar de nuevo, los quejidos de mi padre y de mi cuñado nos interrumpieron, iban subiendo el último tramo de escalera con mi enorme librero blanco en brazos.

Mi vecino se apresuró a ayudarlos a cargar el mueble y meterlo en el departamento.

—¿Dónde lo ponemos cuñada?

—En la pared del fondo por favor. De frente a la entrada.

Entre los tres acomodaron el librero que abarcaba toda la pared del fondo. Mi departamento nuevo no era muy grande, detrás de esa pared se encontraba la habitación con el clóset; la sala y el comedor era un solo cuarto largo y a la entrada estaba junto la cocina con una pequeña barra haciendo la división de espacios, junto a la cocina se encontraba una pequeña ventana que daba al centro abierto del edificio, que funcionaba como ventilación para los departamentos, después un tramo de pared y la puerta al baño que era del mismo tamaño que el closet y tenía una ventana que daba a la ventilación central.

—Gracias bro, esa cosa esta pesadísima.— Mi cuñado le extendió la mano a mi vecino.

—Vaya que sí, ¿es madera sólida verdad? —Dijo estirando los músculos de la espalda

—Sí, es para que aguante mis libros mejor. —Respondí orgullosa.

—¿Quieren que les ayude con el resto de los muebles? —Se ofreció.

—Sería de mucha ayuda, ya no estoy tan joven, al rato me va a doler todo. —Respondió mi padre acomodándose la faja de la cintura.

—Gracias. —Le respondí con una sonrisa que me devolvió.

Bajamos al estacionamiento dónde mi padre había dejado la camioneta, aún faltaba mi cama con el colchón, la estufa, el refrigerador, un sillón negro y la pequeña mesa de madera negra para la sala y mi escritorio, además de unas 5 cajas con mis cosas, en su mayoría libros y ropa.

—Si quieren entre tu cuñado y yo subimos los muebles, ustedes suban las cajas. —Propuso Mateo.

—Suena bien, gracias.

Así nos repartimos las tareas y en poco más de media hora ya estaban mis cosas acomodadas en mi departamento. Cuando terminamos les ofrecí agua del garrafón que habíamos traído y en unos vasos de colores pastel que había sacado de una de las cajas.

—Gracias por ayudarme. —Les dije cuando les repartí los vasos.

—De que. Disculpen me tengo que retirar. Tengo que cambiarme para ir a trabajar. Bienvenida al edificio. Buena tarde. —Se despidió Mateo ofreciéndonos la mano cortésmente.

—Gracias. —Dijimos casi al unisonó cuando se marchó.

Mi cuñado y mi padre no se quedaron mucho tiempo más. Era hora de que me dieran mi espacio y me quedará sola desempacando. Se despidieron de mí prometiéndome visitarme pronto.

En cuanto los despedí cerrando el portón del estacionamiento, subí despacio las escaleras, entré a mi nuevo hogar y me tendí boca arriba en el sillón. Tenía mucho que desempacar, mucho que acomodar. Y el pensar que esto pude no haberlo hecho sola, empezaba a afectar mi ánimo.

Pero no podía dejarme caer en la tristeza, estaba decidida a que esto sería un nuevo inicio, una nueva aventura y que era momento de aprender a valerme por mí misma. No podía dejarme caer. Decidí pedir comida a domicilio y en lo que esperé a que llegará me puse a acomodar los trastos en los estantes de la cocina. Me deshice de las dos cajas con cosas para la cocina cuando llegó la orden de comida china que había pedido.

Comí mientras veía un par de vídeos de YouTube para distraerme. Después de comer me tendí en el sillón y me quedé profundamente dormida, hasta que una luz que entraba por la ventana frente a mí me despertó. Busque mi celular para ver la hora, pasaban de las doce de la noche.

Había olvidado poner la cortina en la ventana y la luz que entraba era la del departamento de enfrente, dónde a través de la cortina beige se podían observar dos siluetas que al parecer se estaban divirtiendo a lo grande encima de una mesa. Me quede contemplando la escena por un momento, hasta que la cortina se corrió un poco dejando ver la cara de mi vecino nuevo, que alzo la mirada para encontrarse conmigo, me sentí voyerista y note que me estaba sonrojando, mi vecino me guiño de manera coqueta mientras atendía a su cita. Me levanté del sillón con la cara roja y me metí a mi habitación, tenía que poner una maldita cortina.

A la mañana siguiente salí de la cama rumbo al baño para refrescarme, me salí con la toalla envuelta y me fui a la cocina por un café. Necesitaba cafeína en mi sistema, me esperaba una larga jornada acomodando mi ropa y mis libros. Tome mi taza con un rico café moka y regrese a mi habitación, cuando pase enfrente de la ventana de la sala me tope con la mirada curiosa de mi vecino, le sostuve la mirada un momento y levanto su taza a modo de brindis. Pronto recordé que estaba en toalla de baño, no pude evitar sonrojarme y apresurar el paso de regreso a mi habitación.

Tenía que comprar una maldita cortina.

Pase gran parte de la mañana acomodando mi ropa en el closet y adorne mi habitación con mis cuadros favoritos, coloqué un par de velas aromáticas en el tocador que prendí, me encantaba comprarlas, así que tenía bastantes listas para usarse.

Una vez terminé con mi cuarto, me dedique a acomodar mis libros, llene el librero por completo y coloque velas y un par de figuras de cerámica de hadas para completar la decoración.

En la pared junto a la entrada del departamento tenía pensado un proyecto para el cual me hacia falta pintura que pasaría a comprar mañana saliendo del trabajo.

Me recosté en el sofá exhausta, aún tenía que pensar que comer, tal vez pediría una pizza, así tendría algo que almorzar al día siguiente. Me quede un rato boca arriba pensando en todo y nada. Mi vida había tomado un rumbo muy distinto a lo que esperaba. Este era un nuevo inicio para mí y tenía que empezar con el pie derecho, concentrarme en mí y mis proyectos, tenía un nuevo trabajo que me encantaba, un departamento bonito, barato y bien ubicado, y tiempo, mucho tiempo para hacer cosas que me gustase sin ser juzgada o con el temor de decepcionar a alguien.

Aunque ese sentimiento de soledad era algo con lo que me estaba costando lidiar.

Un par de lágrimas se me escaparon mojando mis mejillas, me obligue a no llorar. Mire hacia la ventana y otra vez me tope con la mirada curiosa de mi vecino que había recorrido la cortina, él se encontraba parado junto a una mesa con el teléfono pegado a la oreja, me dedico una sonrisa a la que respondí con otra un tanto forzada. Me levanté del sillón y me dirigí de regreso a mi habitación.

Tenía que comprar una maldita cortina.

Pedí una pizza por la que tuve que ir al portón del edificio, cuando subí de regreso me encontré con mi vecino.

—Hola vecina. —Me saludo con una gran sonrisa, llevaba ropa deportiva y una maleta.

—Hola vecino, ¿vas a correr? —Pregunté, señalando la maleta.

—Al gimnasio, me gusta ir por las tardes noches, hay menos gente. ¿Esperas a alguien? —Señaló la caja de pizza el refresco de litro que cargaba.

—No, es mi comida y tal vez almuerzo. —Admití con cierta vergüenza.

—Vaya, pues que disfrutes tu comida. Luego te paso los folletos de los locales cercanos que entregan comida a domicilio.

—Gracias, que disfrutes tu tarde de ejercicio.

Me dedico una sonrisa y me cedió el paso para que subiera el resto de escalera. Se marchó y yo cene pizza mientras veía una película en mi tableta.

A la mañana siguiente me levanté temprano y me apresuré a arreglarme para ir a trabajar, me tomé mi café mientras repasaba mentalmente la lista de cosas que tenía que llevar, era mi primer día cómo docente de literatura en una preparatoria cercana al edificio dónde vivía. Podía ir caminando del trabajo a casa, esa era una de las razones por la que habíamos escogido este sitio.

Tome mi mochila que estaba en el sillón y vi por la ventana, la de mi vecino estaba recorrida y me tope por un momento con un vecino sin camisa y con sólo una toalla alrededor de su cintura, tan abajo que apenas dejaba algo a la imaginación, me guiño con picardía y me dedico una amplia sonrisa orgullosa, no pude sostenerle la mirada, tome mi mochila y salí del departamento a toda velocidad.

Tengo que comprar una maldita cortina.

Llegué a tiempo a mi trabajo y mis horas de clase fluyeron tranquilamente, los grupos que me habían tocado se veían prometedores, tal vez no me dieran tantos problemas como la generación anterior a la que había despedido junto con mi antiguo trabajo. Cuando terminé mi horario, salí de la escuela dispuesta a regresar a casa para ponerme ropa más cómoda y hacer mis compras.  

Justo antes de salir me encontré con mi compañero, el profesor de inglés era de los más jóvenes de la plantilla, poco más alto que yo, de coquetos ojos color miel, barba algo tupida, bien cuidada, nos llevábamos bien y solíamos platicar en los descansos. Pocas veces nos veíamos fuera del horario escolar, él había sido de los primeros en ofrecerme una sonrisa al iniciar el ciclo escolar un par de meses atrás, antes del cambio de hogar.

—¿Ya es hora de regresar a casa?

—Sí, por hoy termine, ¿Qué tal el día con los de tercer año?, he escuchado que son bastante difíciles.

—No hay fiera que se me resista, siempre puedo buscar algún juego para sacarlos al patio y que saquen el exceso de energía que tengan.

—Esa es la actitud, primer año siempre es más sencillo, los chicos son más tranquilos.

—¿Quieres ir a comer algo? Hay una cafetería cercana que tiene un café colombiano buenísimo, o si quieres algo más fuerte conozco un bar con buena cerveza artesanal, si quieres podría pasar a tu edificio más tarde.

—Muchas gracias por la invitación, pero hoy tengo que hacer compras y surtir mi alacena, además de una maldita cortina.

—¿Una cortina?

—Sí, tengo una ventana que da de frente a la del vecino y por el bien de mi privacidad será mejor que encuentre una cortina con que cubrirla.

—Vaya que suerte la de tu vecino. — Su mirada era pícara, a veces no sabía si me coqueteaba o era siempre así de coqueto y cínico.

—No creo que se considere afortunado el verme en pans y chongo todo el día.

—Créeme muchos estaríamos más que gustosos de verte por las mañanas, más si es recién levantada de la cama.

—Eres de lo peor.— Le reprendí con un leve golpe en el hombro

—No me culpes por intentarlo, tengo aprovechar que ahora estas libre para hacer mi intento.

—Me halagas, pero no estoy buscando a nadie, estoy cansada de las relaciones.

—Si quieres algo casual también te lo puedo dar.

—Gracias, creo, te doy la primera ficha en caso de que quiera volver al ruedo.

—Eso ya es un buen avance. —Su sonrisa era sincera y una leve emoción me invadió.

—Al menos me levantas el ánimo, gracias. Te dejo, tengo que apurarme, tengo mucho que hacer aún.

—De acuerdo, nos vemos mañana, podemos ir por un café.

—Esta bien. Hasta mañana. Descansa.

Me despedí sin más y me dirigí a mi departamento. Cuando llegué me cambié la ropa formal por mis infaltables converse negros, unos jeans y un suéter amplio. Para después salir rumbo al centro comercial cercano, compre lo necesario para subsistir al menos una semana. Cuando me dispuse a buscar una cortina, las tiendas departamentales tenían precios elevadísimos, mi sueldo se vería muy afectado por un pedazo de tela, cuando por un momento una idea cruzo por mi mente. Regrese al super y compre una cortina de baño color azul. Feliz con mi compra y con mi solución, regrese a casa a colocar mi cortina.

.....

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