Os ofrezco una disculpa por actualizar el blog hasta ahora, pero los deberes en la escuela a veces son agobiantes. Pero lo prometido es deuda, aquí esta la 2a parte del cuanto monotonía. Dedicado a Israel, quien no dejo de alentarme en continuar subiendo la historia.
Espero os guste.
Dudas, quejas y sugerencias en mi twitter @hada_24
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Y antes de
dormir deseé que las cosas siguieran así de bien y porque no mejor, que mi vida
fuese cada vez más interésate, quería vivir una aventura.
Pero
bien dicen que hay que tener cuidado con lo que se desea. Esa noche no podía ni
siquiera imaginar lo que pasaría a lo largo de las siguientes semanas.
La
primera semana sólo iba a pocas empresas pequeñas a ofrecer los servicios de la
compañía de seguros para la que trabajaba, pero había un cliente que aparecía
en mi lista de candidatos que era dueño de una serie de restaurantes y clubes
nocturnos en toda la ciudad, si lograba ese negocio probablemente me volverían
a ascender. Pero por más que intentaba concertar una cita con él, no lo
lograba.

El
sitio de la cita era uno de los clubes de Matt Kuttner, un hombre que no pasaba
de los 30, conocido por tener los clubes nocturnos y restaurantes más
concurridos por la ciudad, gustar de los autos lujosos y cambiar de novia como
se cambia de calcetines. No había logrado averiguar mucho de su carrera y antecedentes
familiares, sólo sabía que empezó como dueño de un pequeño restaurante de
comida polaca que tuvo tanto éxito que amasó el dinero sufriente como para
empezar a rescatar clubes que estaban por fracasar y tras su adquisición se
convirtieron en los más populares. Ahora sólo los administraba y disfrutaba de
los frutos de su éxito.
El
edificio dónde estaba el club era antiguo y muy bien restaurado, la fachada
daba la impresión de ser un castillo en medio de la gran ciudad. En la entrada
había un cadenero, un hombre alto y de gran musculatura que portaba lentes de
sol, que tras decirle mi nombre sólo inclino la cabeza a modo de afirmación y
me pidió que lo siguiera.
El
interior del lugar iba muy a tono con la fachada, las arañas del techo y la
decoración estilo steampunk, supuse era una especie de club gótico.
—Señorita
el señor Kuttner no tiene mucho tiempo sea breve por favor. Me indico la que
supuse sería su asistente, una mujer alta de figura estilizada, facciones finas
y unos penetrantes ojos azules.
En
la barra de aquel sitio sacado de algún set de alguna película, estaba sentado
un hombre que me resulto un poco familiar, llevaba un traje negro, con camisa
blanca y sin corbata, de cabello negro y unos hermosos ojos verdes que me
miraron curiosos.
—Sofía,
que sorpresa verte de nuevo. Se dirigió hacia mí como si nos conociéramos de
toda la vida.
—A
mí también me sorprende esta situación, no me esperaba que tú fueras mi cita
esta tarde. Admití con una sonrisa
Hace un par
de semanas nos habíamos topado en un club, que ahora después de una larga
charla con él, me dijo que era una de sus propiedades. Tras contarle el motivo profesional
que me lavaba a él me dijo que por tratarse de mí firmaría con mi compañía de
seguros, y que no iba a dejarme ir tan fácilmente. Y cumplió con su palabra me pidió
que lo acompañara a hacer un recorrido por sus clubes, algo que nos llevo prácticamente
el resto del día.
En la jornada
pude darme cuenta de que los encargados de cada club no sólo le tenían respeto por tratarse del
jefe sino que también había una especie de miedo ante su presencia. Y en cada
sitió recogía una serie de maletines enormes que más bien parecían hieleras que
subían sus guarda espaldas en una camioneta que venía siguiendo el auto
deportivo en el que nos trasladábamos Matt y yo por la ciudad.
—Este
va a ser el último club que visitemos en la noche, aquí podremos hablar algo
más relajados y de otras cosas que no sean de negocios. Me dijo dedicándome una
hermosa sonrisa y poniendo su mano en mi rodilla.
—Está bien,
que no me ha desagradado este recorrido por la ciudad, me agrada tu compañía. Aunque
con esta ropa no dejo de sentirme como en la oficina— Confesé
—Cierto ese
traje te hace ver muy sería, nada comparado con la chica con la me tope en el
club esa noche, con un hermoso vestido blanco. Pero eso tiene solución. Me dijo
guiñando un ojo, tomo su celular y tras unas breves palabras sólo pude deducir
que iba a tener vestido nuevo esta noche.
Al llegar a
nuestro destino, ya eran casi las 11 y el lugar estaba a reventar, nosotros
entramos por la puerta trasera, dónde ya nos esperaba la asistente de Matt. Quien
se me separo de él y me condujo a una especie de camerino donde me indico que
lo que había en una maleta negra era mío y que no tardará en cambiarme que Matt
me esperaría en el privado al que ella me conduciría después.
El contenido
de la maleta me dejo un tanto atónita pero cuando me probé el conjunto me
descubrí bastante hermosa. El color rojo de aquel vestido entallado era
bastante hipnotizante casi como los hermosos ojos verdes de Matt, mismos que
juraría me veían con deseo cuando llegué al sitio donde me esperaba, un pequeño
espacio delimitado por cortinas y con un sillón y una mesa de cristal llena de
bebidas y comida frente a él.
La noche se
torno mucho más placentera que la tarde, pude platicar con aquel hombre y de a
poco la complicidad y comodidad que sentía a su lado se volvía en atracción y
un intenso deseo de besarlo y tocar su piel blanca como la nieve. Sus ojos no
dejaban de cautivarme y por momentos me percataba que en su mirada se reflejaba
el deseo.
Y él fue
menos recatado que yo, tomo mi mano y con delicadeza fue recorriendo con la
yema de sus dedos el dorso de mi brazo hasta llegar a mi clavícula, su roce era
como un cosquilleo bastante placentero, pronto me tomo del cuello y me atrajo
hacia él para besarme de manera intensa buscando pegarse más a mí, cuando mis
pulmones pidieron aire se separo de mí un poco sólo para empezar a besarme el
cuello, la sensación de sus fríos labios recorriendo y humedeciendo mi piel me
estaba volviendo loca.
Olía mi
cuello como quien disfruta de una cata de vino, me besaba y succionaba mi piel
como quien degusta de una fruta jugosa, me sentía alagada, me sentía deseada
como nunca. Hasta que sentí agujas en mi piel y el grito se ahogo en mi
garganta que se lleno de un sabor metálico.
Desperté
sofocada por aquella sensación y en un acto de reflejo me lleve las manos al
cuello y pude sentir un par de hoyuelos en el cuello, cerca de la carótida.
Eran señales que aquello no había sido un sueño. El miedo me invadió y ya no
pude volver a dormirme.
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