DE MANÍAS Y OTROS MALES

Desperté al día siguiente pasado el medio día, me sentía adolorida y la herida de la cabeza me punzaba. Salí de la cama sin mucho ánimo y me serví cereal con yogurt para desayunar y a Roco le serví croquetas en su tazón, no lo negaba estaba algo molesta con él, aunque no tenía que estarlo, al final era un animal que seguía sus instintos. 

    La mañana la dedique a terminar de desempacar, era curiosa la manera en la que uno podía empacar años de recuerdos en cajas de cartón y más curiosa la manera en la que solemos dejarnos llevar por los impulsos de comprar cosas que podríamos no necesitar, pero que compramos sólo porque nos gustaron en el momento y terminamos por no usar. Esto era lo que me pasaba con muchas de las cosas que iba sacando de las cajas de mudanza.     

     Solía pasarme algunas tardes paseando por los centros comerciales, comprando cosas que me parecían geniales o muy bonitas, porta retratos que nunca llene, libretas que nunca ocupe, cuadros de pinturas que nunca colgué porque no encontraba un lugar dónde lucieran, ropa que nunca había ocupado por mil y un pretextos, incluso libros y películas que nunca había si quiero sacado de la bolsa en la que estaban enflayadas.
      Y de ese tipo de compras por impulso me acababa de dar cuenta, sacaba y sacaba cosas de las cajas que ni siquiera recordaba haberlas comprado, y el encontrarles un lugar en mi casa fue lo más complicado. Estaba decidida a encontrarles un lugar, así poco a poco ese espacio nuevo y ajeno, se combirtio en mi hogar.
     Por la tarde mi estomago me recordó que mi refrigerador estaba vacío y salí en mi camioneta acompañada de Roco rumbo al pueblo, al supermercado con el propósito de hacer la despensa correctamente. La carretera que iba del fraccionamiento en el que vivía a la parte urbanizada de aquel sitio era estrecha y rodeada de un espeso bosque de árboles altos.
      Al llegar a la parte urbanizada y ver aquellos edificios altos, los comercios de cuanta cosa podría uno necesitar o no, al igual de la cantidad de gente que se observaba transitando por las calles, me hicieron sentirme satisfecha por mi elección de haberme ido a vivir apartada de ese bullicio, sin embargo no de privarme de entretenimientos como antros y cines, o de recursos como supermercados bien abastecidos. Era curioso como unos cuantos kilómetros hacían la diferencia entre un lugar y otro.
    Llegue al supermercado y lo recorrí completo hasta llenar mi carrito de compras con cuanta cosa creí necesaria para sobrevivir. Una vez realizadas mis compras opte por ir a caminar con Roco a la pequeña alameda de aquella parte del pueblo. Jugando a la pelota, me encontré a una señora con una niña de unos 3 o 4 años, que al ver a Roco divertido y tranquilo se acercaron a acariciarlo.
    -¿Eres nueva por acá, cierto? No te había visto por acá. Me pregunto la mujer.
    -Cierto, acabo de llegar, sólo que estoy viviendo en la nueva unidad habitacional.
    -!Ah¡, suerte con ello, he escuchado que es un sito muy solo y que las alimañas del bosque están muy cerca.
     -De hecho, el patio trasero de la casa es casi uno con el bosque.
     -Ha de ser difícil darle mantenimiento a ese sitio, esta es la parte más vieja del pueblo, bueno ya no parece pueblo, han llegado varios comercios y se han construido varios edificios, y muchos de lo que aquí vivimos llevamos varias generaciones, mis bisabuelos fueron fundadores de este sitio.
     -!que genial¡, es un sitio con mucha historia por lo que se ve, entonces ¿a donde llegué a vivir es la parte nueva de la ciudad? Pregunte siguiendo la conversación.
     -Sí y  no. Es de los lugares recién construidos porque acá ya no hay espacio, pero muchos se opusieron a que se construyera el fraccionamiento, de hecho se iban a construir otros cuatro, pero el pueblo se opuso.
     -¿Por qué? Ya la conversación se estaba tornando interesante.
     -Muchos no querían que se siguiera talando el bosque. Pero los ancianos decían que no debían construir en esos sitios porque molestarían a los ancestros, así que tras varias protestas y... bueno al final se paro al obra y el único fraccionamiento que se termino por construir fue el tuyo. Aunque hasta dónde sé no esta del todo terminado, faltan bardas y hay casas sin detallar.
      -Cierto, mi casa no tiene barda en el patio trasero, es casi uno con el bosque. Admití.
      -Debería empezar a bardear el patio, el bosque es un sitio peligroso, no vayas a ir a explorar por ahí, la gente suele ir a pasear pensando que será divertido y terminan extraviados, de hecho hay comisión en el pueblo en caso de que haya algún extraviado en el bosque.
      Recordé mi incidente de la noche anterior y decidí no confesarlo.
      -Descuida, no soy mucho de caminatas largas.
      -Bien, te dejo que tengo que llegar a abrir mi local, y dejar a Lily en la guardería. Cualquier cosa que necesites, mi local es la única florería del pueblo, mi nombre es Cecilia.
       -Gracias, mi nombre es Rebeca, y el Roco.
      -Un gusto conocerlos.
    Esa había sido una platica bastante ilustrativa, aunque el empezar a creer en hechos paranormales, estaba lejos de ser algo viable para mí. Espíritus del bosque y ancestros, ni que fuera el señor de los anillos. 
     Regresamos a la casa ya entrada la tarde, la carretera cercada por grandes y frondosos árboles daban esa sensación de ser pequeños ante ellos. Estacione la camioneta y lo que encontré al abrir la puerta de entrada no lo podía creer.

        En medio de la sala se encontraba un atado de ramas, rodeado por velas negras que iluminaban el espacio con una luz amarilla bastante lúgubre.

            Rocco comenzó a ladrar y se abalanzo al frente de mí, pero una fuerza extraña lo lanzo lejos, estrellándolo contra la pared. 

        Estaba desconcertada, qué demonios estaba pasando. Pronto sentí un punto caliente en mi abdomen, puse mi mano y pude sentir como la sangre emanaba, caliente y líquida. 

            -Llévensela. Es hora.

            Fue todo lo que escuche antes de que todo se pusiera oscuro.