sábado, 30 de octubre de 2021
sábado, 16 de octubre de 2021
domingo, 10 de octubre de 2021
miércoles, 6 de octubre de 2021
Vampiros - Parte 1
martes, 5 de octubre de 2021
EPILOGO, 1RA PARTE
UNA TARDE DE LLUVIA
(También disponible en Wattpad)
Llovía a cantaros y me fui a refugiar al Toscano, un local al que ya se me había hecho costumbre ir por las tardes después de clases, para tomar un café y hacer las lecturas de la semana.Éste sitio solía ser para mí más relajante que la biblioteca de la escuela. El olor que despedían el café y el pan recién horneado envolvían el local relajándome, además los murmullos del gentío callaban mi mente. Lo contrario ocurría si estudiaba en la biblioteca de la universidad, que con su enfermizo silencio le dejaba a mi mente bastante espacio para hablar conmigo y eso no era algo que me gustase hacer muy seguido desde hacía ya algún tiempo.
Debía admitir que la situación se había vuelto un tanto irónica, antes la biblioteca era mi lugar preferido en el mundo y ahora le rehuía lo más que podía, lo que no era muy sencillo debido a mi carrera que implicaba montones de libros a la semana. Lo único que se mantenía intacto era amor por la lectura. Ese amor me había llevado a estudiar letras hispánicas en la facultad de filosofía y letras en la una universidad al sur de la ciudad.
Entre al local cerrando mi paraguas, tomé asiento en una de las mesitas que daba a un ventanal con vista a la avenida, por inercia comencé a hojear aquel menú que ya casi había memorizado por completo, estaba a la espera de que alguna mesera llegará a tomar mi orden, cuando escuche una voz muy familiar que hizo mi corazón se detuviera por un instante.
— ¿Disculpe señorita, puedo tomar su orden?
Levante la vista del menú y me encontré con unos alegres ojos color miel, que hicieron mi corazón se detuviera un momento y sentí algo más que ese constante vacio en mi pecho.
— ¿Xavier?— mis palabras sonaron un tanto entre cortadas, tenía un nudo en la garganta, pero después un sentimiento cálido llegó a mi garganta disolviendo ese nudo aclarando mi voz haciéndola sonar un tanto alegre, algo que me tomo por sorpresa—¡¡¡ Xavier que gusto verte!!!
Y lo abracé en un acto automático. El sentimiento cálido termino por apoderarse de mí, recorrió mi cuerpo desentumeciéndolo de a poco, pronto caí en cuenta de que estaba feliz, mi amigo había aparecido de la nada y me daba gusto verlo, no era algo que pudiese comprender del todo pero era la primer emoción positiva que sentía en un largo tiempo.
— ¿Que sorpresa encontrarnos así, no? Me dedicó una gran sonrisa, mientras se alejaba un poco de mí.
—La verdad es que sí, yo vengo a este lugar casi a diario y nunca te había visto, ¿cuándo llegaste?, por qué no me avisaste que venías, para ir a dar una vuelta por la ciudad. Mi entusiasmo era notorio en mi tono de voz, eso pareció alegrarlo.
—De hecho llegué ayer en la noche y me estoy quedando en el depa que tiene mi tío arriba de la cafetería. No te llamé porque quería sorprenderte, y parece que funcionó. — Me guiño el ojo. — Me alegra que hayas reaccionado tan entusiasmada.
Le dedique una sonrisa algo nerviosa. Debía admitir que incluso a mí me sorprendía mi entusiasmo.
— ¿Tu tío, tiene un depa aquí?
Pregunté, rompiendo el breve silencio, intentando desviar la conversación
—Sí, suele rentarlo a los estudiante, pero esta vez lo dejo disponible para mí.
— ¿De verdad? qué pequeño es el mundo, ¿no?
—Bastante, y ¿cómo has estado, hace mucho que no nos dejas saber nada de ti?
—Mejor...— Le dedique una sonrisa, porque ya no podía continuar hablando, la sensación de calidez me abandono de repente y el vació se hizo presente cómo reclamando su lugar. La sensación me tomo por sorpresa e intente disimularlo lo mejor que pude. No le estaba mintiendo, claro que me encontraba mejor ahora, al menos me sentía mejor que hacía un año y mejor que hacía unos meses. Ya había dejado los fármacos y podía dormir casi 6 horas corridas sin que las pesadillas me abrumaran y despertaran llorando.
Me miró detenidamente, esperando encontrar algo en mi rostro que le permitiera saber si le mentía o era honesta, al final un tanto resignando a que no iba a hablar más del tema, me devolvió la sonrisa.
—Bien, que te parece si vamos a comer algo y platicamos un rato, hay mucho que contar. Me tomó de la mano y me condujo al fondo de la barra de aquel lugar.
Esa tarde se me fue entre risas y recuerdos que no me herían sino que me invadían como pequeñas estrellas fugaces, el vacio no sé fue del todo pero le permitió convivir con esa sensación de calidez que me provocaban esos recuerdos felices.
El tiempo paso fugaz, y el que se dio cuenta de la hora fue mi compañero.
—Vaya ya te entretuve mucho, supongo que tienes tareas pendientes, perdón si te distraje.
Exclamó un tanto apenado cuando miró el reloj de la pare detrás de la barra. Sus palabras fueron un tanto punzantes para mí, yo estaba muy bien y no quería que eso terminará, no quería quedarme sola conmigo, al menos no esta noche.
—No te preocupes, valió la pena, y no me distrajiste de nada importante. Le respondí intentando que mi voz no denotara lo mucho que me iba a afectar el separarme de él.
—Está bien, entonces ¿qué te parece si te acompaño a tú casa?
—Claro, vivo a unas cuadras de aquí.
Salimos de aquel local y la lluvia ya había cesado, el cielo estaba un tanto despejado así que se podían ver las estrellas y tras una gran nube gris se podía divisar la luz de la luna que prevalecía pese a la oscuridad que la rodeaba.
Caminamos tranquilamente planeando vernos durante la semana, para poder platicar y ponernos al día de lo que habíamos pasado.
Al llegar a la puerta del departamento que rentaba, me despedí de él con un fuerte abrazo con la esperanza de que esa sensación de calidez que me impregnaba perdurará el tiempo suficiente hasta que lo volviera a ver.
—Buenas noches pequeña, descansa, nos vemos mañana. Se despidió depositando un beso en mi frente.
—Buenas noches, nos vemos mañana, gracias.
Abrí la puerta y para después cerrarla dejando tras de mí esa pequeña luz que recién había encontrado. Ya al entrar al departamento no pude más, me recargué en la puerta y comencé a llorar.
Para tranquilidad de muchos de mis amigos y familiares en este tiempo no me había convertido en una ermitaña huraña, ni me había aventado por una ventana. Mi depresión iba desapareciendo de apoco. Desde hacía unos meses, de vez en cuando socializaba en mi salón de clases, e incluso me llevaba bien con algunos compañeros, pero cabía destacar que aún no había alguien que se ganará lo suficiente mi confianza para pasar a ser considerado un amigo cercano.
Por eso en muchas ocasiones prefería estar sola con un buen libro. Pero también procuraba mantener la comunicación con mis viejos amigos del bachillerato. A Tamara la veía seguido, estaba estudiando psicología y su facultad estaba a pasos de la mía, así que solíamos reunirnos para comer o para ir al cine o de compras. A veces nos acompañaba su novio Leonardo, quien estudiaba la misma carrera que mi amiga y cuando podía llevaba a algún amigo suyo para que no me sintiera incomoda ante las muestras de cariño que le propiciaba a mi amiga. Sinceramente me daba gusto ver feliz a mi mejor amiga.
También solía ver a los otros chicos, Martín estudiaba medicina y cuando iba a su facultad íbamos a desayunar juntos para ponernos al día. A Lucas y a José los veía seguido en los pasillos de la facultad, ellos estaban estudiando historia, éste dúo siempre lograba ponerme de buenas, y las platicas con ellos a veces se extendían por horas.
En fin, aunque no los veía tan seguido como quisiera, sabía que mis amigos estaban ahí y no estaba tan sola, aunque a veces me sintiera así.
El tiempo pasaba tranquilo e incluso a veces un poco monótono, iba de la universidad a mis tareas, que en muchas ocasiones hacía en la cafetería de mi amigo con quien compartía algunas anécdotas, y de ahí a mi departamento; donde en ocasiones me invadía la soledad.
En estos dos últimos años, había adquirido una forma de vivir un tanto monótona y aburrida, me la había pasado intentando superar muchas cosas que me habían pasado pero no lograba llegar a completar la misión del todo, por más que me esforzará y por más terapias que tomará. Había algo en mí que me faltaba, un vacio que me estaba matando de a poco.
Había fantasmas que aún me atormentaban, y que se negaban a irse completamente. Era una herida siempre abierta. Y al menos ya no necesitaba medicamentos para alejar a esos fantasmas, ya me era cada vez más sencillo alejarlos por periodos largos. El problema era cuando reaparecían, en ocasiones no podía dormir por días, y cuando eso pasaba terminaba adelantando la tarea para la semana y caminando por la vida como zombi, acompañada de un termo enorme de café.
Mi salud mental era frágil, así que procuraba mantenerla estable por mí misma, no siempre era fácil, pero. ¿Qué más podía hacer?
domingo, 1 de agosto de 2021
Al otro lado de la ventana. Cap.1 La mudanza
Disclaimer: Sé que he estado ausente, pero está pandemia me está moliendo mentalmente hasta decir basta, intento llevar un día a la vez, pero no hay muchos buenos días últimamente. Ahora les traigo un relato diferente, una novela rosa por entregas. Ojalá sea de su agrado, también pueden leerla en Wattpad, está con el mismo título.
*******************************
Sólo faltaban una vuelta de escalones para llegar.
Estaba arrepintiéndome de haber escogido esa caja. Pude haber empezado por algo más pequeño, pero quería que lo primero que tocase mi nuevo departamento fuesen mis preciados libros.
Cuando llegué a la puerta marcada con el número 4, baje la caja al suelo, lo que provocó un fuerte sonido que retumbo en el pasillo vacío. Saqué las llaves de la bolsa trasera de mis jeans y abrí la puerta. Empuje la caja hacia adentro y respire hondo al sentir que se me hacía un nudo en la garganta, después tendría tiempo de llorar a solas, ahora tenía que meter mis cosas en aquel lugar.
Atore la puerta para que se mantuviera abierta mientras pasábamos con mis pertenencias. Salí a alcanzar a mi padre y a mi cuñado que estaban por empezar a subir mis muebles. Cuando choque con él.
Esa era la primera vez que veía un hombre tan guapo que no fuese en un catálogo o en redes sociales. Era más alto que yo, tal vez de un metro ochenta, de cabello negro que llevaba en un corte moderno, su barba parecía de días, su rostro era cuadrado y bien perfilado, por un momento me perdí en sus ojos color verde aceituna enmarcados por unas espesas pestañas. Estaba vestido con ropa deportiva negra.
Nos quedamos viendo fijamente un momento, tanto que fue incomodo, pero respiré hondo y decidí presentarme.
—Hola soy Luna. Soy tu nueva vecina. — Le extendí la mano en señal de amistad.
—Hola nueva vecina, soy Mateo, mi departamento es el de junto— Su voz era aterciopelada y tenía un acento algo peculiar, me dedico una sonrisa pícara que me hizo sonrojar.
Pero antes de que pudiese hablar de nuevo, los quejidos de mi padre y de mi cuñado nos interrumpieron, iban subiendo el último tramo de escalera con mi enorme librero blanco en brazos.
Mi vecino se apresuró a ayudarlos a cargar el mueble y meterlo en el departamento.
—¿Dónde lo ponemos cuñada?
—En la pared del fondo por favor. De frente a la entrada.
Entre los tres acomodaron el librero que abarcaba toda la pared del fondo. Mi departamento nuevo no era muy grande, detrás de esa pared se encontraba la habitación con el clóset; la sala y el comedor era un solo cuarto largo y a la entrada estaba junto la cocina con una pequeña barra haciendo la división de espacios, junto a la cocina se encontraba una pequeña ventana que daba al centro abierto del edificio, que funcionaba como ventilación para los departamentos, después un tramo de pared y la puerta al baño que era del mismo tamaño que el closet y tenía una ventana que daba a la ventilación central.
—Gracias bro, esa cosa esta pesadísima.— Mi cuñado le extendió la mano a mi vecino.
—Vaya que sí, ¿es madera sólida verdad? —Dijo estirando los músculos de la espalda
—Sí, es para que aguante mis libros mejor. —Respondí orgullosa.
—¿Quieren que les ayude con el resto de los muebles? —Se ofreció.
—Sería de mucha ayuda, ya no estoy tan joven, al rato me va a doler todo. —Respondió mi padre acomodándose la faja de la cintura.
—Gracias. —Le respondí con una sonrisa que me devolvió.
Bajamos al estacionamiento dónde mi padre había dejado la camioneta, aún faltaba mi cama con el colchón, la estufa, el refrigerador, un sillón negro y la pequeña mesa de madera negra para la sala y mi escritorio, además de unas 5 cajas con mis cosas, en su mayoría libros y ropa.
—Si quieren entre tu cuñado y yo subimos los muebles, ustedes suban las cajas. —Propuso Mateo.
—Suena bien, gracias.
Así nos repartimos las tareas y en poco más de media hora ya estaban mis cosas acomodadas en mi departamento. Cuando terminamos les ofrecí agua del garrafón que habíamos traído y en unos vasos de colores pastel que había sacado de una de las cajas.
—Gracias por ayudarme. —Les dije cuando les repartí los vasos.
—De que. Disculpen me tengo que retirar. Tengo que cambiarme para ir a trabajar. Bienvenida al edificio. Buena tarde. —Se despidió Mateo ofreciéndonos la mano cortésmente.
—Gracias. —Dijimos casi al unisonó cuando se marchó.
Mi cuñado y mi padre no se quedaron mucho tiempo más. Era hora de que me dieran mi espacio y me quedará sola desempacando. Se despidieron de mí prometiéndome visitarme pronto.
En cuanto los despedí cerrando el portón del estacionamiento, subí despacio las escaleras, entré a mi nuevo hogar y me tendí boca arriba en el sillón. Tenía mucho que desempacar, mucho que acomodar. Y el pensar que esto pude no haberlo hecho sola, empezaba a afectar mi ánimo.
Pero no podía dejarme caer en la tristeza, estaba decidida a que esto sería un nuevo inicio, una nueva aventura y que era momento de aprender a valerme por mí misma. No podía dejarme caer. Decidí pedir comida a domicilio y en lo que esperé a que llegará me puse a acomodar los trastos en los estantes de la cocina. Me deshice de las dos cajas con cosas para la cocina cuando llegó la orden de comida china que había pedido.
Comí mientras veía un par de vídeos de YouTube para distraerme. Después de comer me tendí en el sillón y me quedé profundamente dormida, hasta que una luz que entraba por la ventana frente a mí me despertó. Busque mi celular para ver la hora, pasaban de las doce de la noche.
Había olvidado poner la cortina en la ventana y la luz que entraba era la del departamento de enfrente, dónde a través de la cortina beige se podían observar dos siluetas que al parecer se estaban divirtiendo a lo grande encima de una mesa. Me quede contemplando la escena por un momento, hasta que la cortina se corrió un poco dejando ver la cara de mi vecino nuevo, que alzo la mirada para encontrarse conmigo, me sentí voyerista y note que me estaba sonrojando, mi vecino me guiño de manera coqueta mientras atendía a su cita. Me levanté del sillón con la cara roja y me metí a mi habitación, tenía que poner una maldita cortina.
A la mañana siguiente salí de la cama rumbo al baño para refrescarme, me salí con la toalla envuelta y me fui a la cocina por un café. Necesitaba cafeína en mi sistema, me esperaba una larga jornada acomodando mi ropa y mis libros. Tome mi taza con un rico café moka y regrese a mi habitación, cuando pase enfrente de la ventana de la sala me tope con la mirada curiosa de mi vecino, le sostuve la mirada un momento y levanto su taza a modo de brindis. Pronto recordé que estaba en toalla de baño, no pude evitar sonrojarme y apresurar el paso de regreso a mi habitación.
Tenía que comprar una maldita cortina.
Pase gran parte de la mañana acomodando mi ropa en el closet y adorne mi habitación con mis cuadros favoritos, coloqué un par de velas aromáticas en el tocador que prendí, me encantaba comprarlas, así que tenía bastantes listas para usarse.
Una vez terminé con mi cuarto, me dedique a acomodar mis libros, llene el librero por completo y coloque velas y un par de figuras de cerámica de hadas para completar la decoración.
En la pared junto a la entrada del departamento tenía pensado un proyecto para el cual me hacia falta pintura que pasaría a comprar mañana saliendo del trabajo.
Me recosté en el sofá exhausta, aún tenía que pensar que comer, tal vez pediría una pizza, así tendría algo que almorzar al día siguiente. Me quede un rato boca arriba pensando en todo y nada. Mi vida había tomado un rumbo muy distinto a lo que esperaba. Este era un nuevo inicio para mí y tenía que empezar con el pie derecho, concentrarme en mí y mis proyectos, tenía un nuevo trabajo que me encantaba, un departamento bonito, barato y bien ubicado, y tiempo, mucho tiempo para hacer cosas que me gustase sin ser juzgada o con el temor de decepcionar a alguien.
Aunque ese sentimiento de soledad era algo con lo que me estaba costando lidiar.
Un par de lágrimas se me escaparon mojando mis mejillas, me obligue a no llorar. Mire hacia la ventana y otra vez me tope con la mirada curiosa de mi vecino que había recorrido la cortina, él se encontraba parado junto a una mesa con el teléfono pegado a la oreja, me dedico una sonrisa a la que respondí con otra un tanto forzada. Me levanté del sillón y me dirigí de regreso a mi habitación.
Tenía que comprar una maldita cortina.
Pedí una pizza por la que tuve que ir al portón del edificio, cuando subí de regreso me encontré con mi vecino.
—Hola vecina. —Me saludo con una gran sonrisa, llevaba ropa deportiva y una maleta.
—Hola vecino, ¿vas a correr? —Pregunté, señalando la maleta.
—Al gimnasio, me gusta ir por las tardes noches, hay menos gente. ¿Esperas a alguien? —Señaló la caja de pizza el refresco de litro que cargaba.
—No, es mi comida y tal vez almuerzo. —Admití con cierta vergüenza.
—Vaya, pues que disfrutes tu comida. Luego te paso los folletos de los locales cercanos que entregan comida a domicilio.
—Gracias, que disfrutes tu tarde de ejercicio.
Me dedico una sonrisa y me cedió el paso para que subiera el resto de escalera. Se marchó y yo cene pizza mientras veía una película en mi tableta.
A la mañana siguiente me levanté temprano y me apresuré a arreglarme para ir a trabajar, me tomé mi café mientras repasaba mentalmente la lista de cosas que tenía que llevar, era mi primer día cómo docente de literatura en una preparatoria cercana al edificio dónde vivía. Podía ir caminando del trabajo a casa, esa era una de las razones por la que habíamos escogido este sitio.
Tome mi mochila que estaba en el sillón y vi por la ventana, la de mi vecino estaba recorrida y me tope por un momento con un vecino sin camisa y con sólo una toalla alrededor de su cintura, tan abajo que apenas dejaba algo a la imaginación, me guiño con picardía y me dedico una amplia sonrisa orgullosa, no pude sostenerle la mirada, tome mi mochila y salí del departamento a toda velocidad.
Tengo que comprar una maldita cortina.
Llegué a tiempo a mi trabajo y mis horas de clase fluyeron tranquilamente, los grupos que me habían tocado se veían prometedores, tal vez no me dieran tantos problemas como la generación anterior a la que había despedido junto con mi antiguo trabajo. Cuando terminé mi horario, salí de la escuela dispuesta a regresar a casa para ponerme ropa más cómoda y hacer mis compras.
Justo antes de salir me encontré con mi compañero, el profesor de inglés era de los más jóvenes de la plantilla, poco más alto que yo, de coquetos ojos color miel, barba algo tupida, bien cuidada, nos llevábamos bien y solíamos platicar en los descansos. Pocas veces nos veíamos fuera del horario escolar, él había sido de los primeros en ofrecerme una sonrisa al iniciar el ciclo escolar un par de meses atrás, antes del cambio de hogar.
—¿Ya es hora de regresar a casa?
—Sí, por hoy termine, ¿Qué tal el día con los de tercer año?, he escuchado que son bastante difíciles.
—No hay fiera que se me resista, siempre puedo buscar algún juego para sacarlos al patio y que saquen el exceso de energía que tengan.
—Esa es la actitud, primer año siempre es más sencillo, los chicos son más tranquilos.
—¿Quieres ir a comer algo? Hay una cafetería cercana que tiene un café colombiano buenísimo, o si quieres algo más fuerte conozco un bar con buena cerveza artesanal, si quieres podría pasar a tu edificio más tarde.
—Muchas gracias por la invitación, pero hoy tengo que hacer compras y surtir mi alacena, además de una maldita cortina.
—¿Una cortina?
—Sí, tengo una ventana que da de frente a la del vecino y por el bien de mi privacidad será mejor que encuentre una cortina con que cubrirla.
—Vaya que suerte la de tu vecino. — Su mirada era pícara, a veces no sabía si me coqueteaba o era siempre así de coqueto y cínico.
—No creo que se considere afortunado el verme en pans y chongo todo el día.
—Créeme muchos estaríamos más que gustosos de verte por las mañanas, más si es recién levantada de la cama.
—Eres de lo peor.— Le reprendí con un leve golpe en el hombro
—No me culpes por intentarlo, tengo aprovechar que ahora estas libre para hacer mi intento.
—Me halagas, pero no estoy buscando a nadie, estoy cansada de las relaciones.
—Si quieres algo casual también te lo puedo dar.
—Gracias, creo, te doy la primera ficha en caso de que quiera volver al ruedo.
—Eso ya es un buen avance. —Su sonrisa era sincera y una leve emoción me invadió.
—Al menos me levantas el ánimo, gracias. Te dejo, tengo que apurarme, tengo mucho que hacer aún.
—De acuerdo, nos vemos mañana, podemos ir por un café.
—Esta bien. Hasta mañana. Descansa.
Me despedí sin más y me dirigí a mi departamento. Cuando llegué me cambié la ropa formal por mis infaltables converse negros, unos jeans y un suéter amplio. Para después salir rumbo al centro comercial cercano, compre lo necesario para subsistir al menos una semana. Cuando me dispuse a buscar una cortina, las tiendas departamentales tenían precios elevadísimos, mi sueldo se vería muy afectado por un pedazo de tela, cuando por un momento una idea cruzo por mi mente. Regrese al super y compre una cortina de baño color azul. Feliz con mi compra y con mi solución, regrese a casa a colocar mi cortina.
.....
lunes, 8 de marzo de 2021
FEMINISMO VS MACHISMO O MUJERES VS HOMBRES...?
martes, 2 de marzo de 2021
DE PATITAS LASTIMADAS Y COMUNICACIÓN
martes, 9 de febrero de 2021
CUMPLI AÑOS, AHORA ¿SOY MÁS SABIA Y VIEJA O SOLO VIEJA?
Ya saben esa crisis que dan cuando empiezas a preguntarte, ¿Qué he hecho con mi vida? ¿Por qué no he podido lograr tal o cual cosa? Y es que seamos sinceros, cuando uno se va acercando a los 30, la vida comienza a parecer una lista de cosas que has o no hecho según lo estipulado por la sociedad; el matrimonio, los hijos, vivir solo, tener un trabajo con seguro social, esas cosas que te hacen creer que debes tener ya pasados los 25 y que sino lo has hecho te estas tardando para hacerlos.
Yo misma pase por una crisis de edad desencadenada por presión social, termine mi carrera, lo que se esperaba era que consiguiera trabajo, una vez lo tuve se esperaba que o me casara, juntara o tuviera hijos. Pobre de mi novio que me aguanto esa etapa toxica dónde estaba terca en que no me quería lo suficiente para irnos a rentar un departamento de $8 000 al mes con un ingreso de $3 000 entre los dos. Lo sé, suena tonto, más bien ahora me suena tonto, pero en ese entonces me generaba una ansiedad no poder tachar esas cosas de mi lista.
Muchas veces me pregunté qué tanto influía lo que me decían que tenía que hacer y qué tanto lo que yo de verdad quería. Después de mucho pensar y de discutir con el santo que tengo por novio, desistí de perseguir esas metas impuestas.
¿Saben qué aprendí ese año? que aunque haya una lista de cosas que te dicen que tienes que tener a cierta edad, porque alguien más logró esas cosas a edades tempranas, no quiere decir que tengas que hacer las mismas cosas a la misma edad. Cada camino es diferente y la formula para lograr las metas si bien es la constancia y el trabajo duro, los frutos se recogen a diferentes tiempos. Esto de las crisis de edad sólo son sí, cómo yo, te vez en envuelto en una presión que ni siquiera es tuya, sino aprendes a disfrutar los logros que tienes y las etapas en las que vives.
Así que contestando al título de esta nota, tal vez la edad viene con el regalo de la sabiduría; sólo basta que nos demos la oportunidad de escucharla.
lunes, 1 de febrero de 2021
PARA CADA LIBRO HAY UN LECTOR
lunes, 25 de enero de 2021
LIBROS, LIBRERIAS Y EXORCISMOS
La semana pasada creo la nota fue muy ácida, pero es lo que ocasionan mis vecinos con sus sonidos y karaoke mal afinado a las 2 de la mañana.
Pero esta semana ando de un humor más afable, y les debo un tema más ligero, así que es momento de story time, ¿sobre qué? sobre cuando trabaje en una librería.
Mi primer trabajo con seguro social, fue trabajar para una gran cadena de librerías, iba sólo los fines de semana y la librería en la que me toco trabajar esta en una gran plaza junto a un Chilli´s.
El trabajo sonaba simple, pasar todo el día entre libros ofreciéndolos a los potenciales clientes/lectores que llegarán, pero no contaba que pasaría de 10 de la mañana a 9 de la noche de pie en un espacio de menos de 10 metros cuadrados con seis personas más, ¿alguien dijo síndrome de la cabaña?.
Mis primeros tres días con tantas horas de pie, fueron para mí lo peor, llegaba con los pies tan hinchados que parecían tamales zacahuil, buscaba la manera de entrar a la bodega a sentarme un poco y hacer estiramientos para que no me matará el dolor de pies. De verdad pensé que no lo lograría. Pero sorprendentemente dure medio año así. Claro, probé bastantes remedios para aliviar mis piernas cansadas, cremas especiales, ejercicios para la circulación, fomentos de agua fría, masajes, mi respeto para quienes llevan años en trabajos que les exijan estar de pie, aunque la evolución diga que debemos andar erguidos, es horrible estar todo el día así. En los meses que estuve ahí pasaron un montón de cosas, por espacio les contaré sólo un par, si este blog tiene varias visitas les hago la segunda parte.
¿Recuerdan que al inicio les comente que la librería estaba junto a un restaurante Chilli´s? Eso es relevante porque eran unos vecinos muy particulares, no sólo compartía el mismo conjunto de uniforme que los meseros, sino que la librería al menos tres o cuatro veces al día se impregnaba del olor a pollo frito, lo cuál era horrible si tenías hambre o peor cómo en mi caso que me da asco el olor a pollo frito. Recuerdo una vez que les hicimos el favor de cambiarles una cantidad fuerte de efectivo por denominaciones más bajas y nos devolvieron el favor con un enorme platón de papas fritas.
En cuanto al ambiente laboral, bueno, hay mucha tela de la cuál cortar, si bien hice amistades que aún conservo, no puedo negar que la relación entre los trabajadores de planta era digna de telenovela. Regresar cada fin de semana era cómo ponerse al día de la novela y ver su desarrollo. Desde el clásico jefe que manda al que le cae mal a las tareas más pesadas, hasta el que le esconde la silla a la compañera para que no tenga dónde sentarse a la hora de comer. El más melodramático fue el que recomendó a su esposa a trabajar en la misma sucursal que él sin notificarle a la empresa, y que se escondían para darse sus besos en la plaza y fingían que se conocían porque eran vecinos y por eso llegaban y se iban juntos. Nos dimos cuenta porque las historias de sus hijos eran las mismas.
Tan mala era la vibra que una vez de bodega nos llego un libro para hacer exorcismos que estaba en latín, la única con la capacidad de leer dichos encantamientos era una compañerita que estaba estudiando letras clásicas. Dicho libro fue leído por ella, per nunca lo pudimos vender, hasta la fecha sigue en una de las repisas más altas, junto a los libros esotéricos y barajas de tarot.
En 10 mts cuadrados pueden pasar muchas historias.
Y no les he contado nada del tema clientes, (eso será para una segunda parte), les adelanto que trabajando ahí descubrí que para todo libro hay un lector, así cómo hay lectores que nacen a raíz de un libro.
¿A qué me refiero? A qué había libros que luego me hacían pensar, ¿Quién carajos comprará este libro llamado Cerebro de pan, que habla sobre lo malos que son los carbohidratos para el cerebro? Y pum, era de los libros que más se vendía el fin de semana.
También no faltaba la persona que entraba a curiosear y después de una breve charla sobre sus gustos en lectura salía con un libro nuevo o iniciaba una nueva etapa en su vida lectora, así vi dar el paso a varios, desde el adolescente que leía El diario de Greg y le recomendé el juego de Ender o la saga de Percy Jackson; hasta la señora mayor que leía 50 sombras de Grey y termino en el camino de Flores en el ático.
Ahí también descubrí la importancia de recomendar un libro, un libro puede cambiar una vida, suena muy dramático pero es cierto.
De momento dejaré este story time hasta aquí, ya en una segunda parte les cuento las anécdotas de clientes raros, desde los que se quedan después del cierre, hasta los compradores encubiertos, sin olvidarme de contarles del Focol.
La semana que viene es mi cumpleaños, así que no olviden seguirme en Twitter para que les cuente primero cómo me fue en estos festejos virtuales.
miércoles, 20 de enero de 2021
MIS VECINOS LOS ZOMBIS QUE HACEN FIESTAS
En varias entradas anteriores les he hecho alusión a los apocalipsis de películas y el que hay días en los que me siento en uno.
Cuando esto empezó un amigo decía que: "esto nos ha roto la realidad"; y es cierto, la vida ya no es la misma, las cosas que hacíamos antes cómo ir al cine, salir a pasear al centro comerciar, salir a comer a los restaurantes, simplemente salir... se han vuelto como en varias películas, un riesgo de vida.
¿A qué viene todo esto?
A que en estas semanas de desempleo e incertidumbre, me siento como en esa película coreana dónde se queda encerado en su departamento y no puede salir porque hay un montón de zombis agresivos afuera. Y por decir zombis están mis vecinos que llevan desde diciembre haciendo "reuniones familiares" con música a todo lo que da y que a parte de no dejarme dormir, me hacen pensar en cosas como los seres queridos que ya he perdido y mis amigos que están al frente de batalla agotados de tantos pacientes que intentan salvar.
He visto un montón de películas apocalípticas, zombis, desastres naturales, invasiones extraterrestres y he notado que en todas las historias lo más peligroso son los seres humanos. Por ejemplo, sí en una escena hay unos zombis en un vagón de tren que están al fondo y en el otro extremo están dos personas pidiendo ayuda y que los dejen pasar al otro vagón, no falta el egoísta que empiece a manipular para que no los dejen entrar, haciendo que esos humanos pierdan ese tiempo y oportunidad para salvarse.
O un clásico, cuando el mundo entra en una crisis apocalíptica dónde no hay ya ni humanos, ni recursos; el personaje protagonista va por la carretera y encuentra a alguien pidiendo ayuda en medio de la nada, y cómo es un ser de principios se detiene a ayudar, cayendo en una trampa, dónde o le quitan todo lo que traía, o lo llevan a una cabaña dónde lo quieren hacer en barbacoa. Así el personaje termina "castigado" por su buena intención de querer ayudar, y los agresores sólo demuestran que la idea es aprovecharse del otro.
Vamos, que a lo que voy es que muchas de esas películas no están tan alejadas de la realidad. ¿Qué es lo que pasa con la sociedad, que en medio de una pandemia y crisis mundial en vez de ser solidarios, son tan egoístas cómo para decir: ¿y a mí qué? Esas personas no son nada diferentes a los carroñeros de Mad Max o a los que con tal de salvarse ellos te dejan a merced de las olas de zombis.Es cierto, nuestra realidad se ha roto, la vida no va a volver a ser como antes y creo que ya debemos irnos haciendo a la idea, que las cosas que hacíamos antes, ahora son peligrosas. Hay que ser creativos e innovar para hacer las cosas ahora, por ejemplo el home office se esta legislando, es riesgo de trabajo contraer COVID, los restaurantes pueden y deberían extender sus entregas a domicilio, las clases ahora son online.
Hay muchas maneras de estar juntos a la distancia, de cuidar a los que tienen que salir porque sino no comen, pero a la gente se le olvida que en un descuido te puedes contagiar. ¿Tan vital consideran reunir a más de 50 gentes en un patio para "celebrar" o simplemente para divertirse?
Creo ese tipo de cosas nunca las entenderé, cómo el ser humano puede ser tan egoísta, cómo es que en escenarios dónde el mundo se cae a pedazos, piensan: pues a mí no me va a pasar nada, y mientras yo esté bien qué importa el resto. Simplemente no lo entiendo.
Por suerte éste virus no nos está mutando en zombis, porque sino, sería difícil obtener víveres rodeada de zombis, me la pasaría día y noche vigilando que no estuvieran queriendo comerme las tripas.
Esta transmisión es para ti que estas afuera, quiero que sepas que no estas sólo, que todavía hay una resistencia que está en contra de esas fiestas masivas, que se queda en casa y que toma sus precauciones. Resiste, la vacuna no tarda en llegar. Usa tu cubrebocas, y usa tu desinfectante favorito, ya hay con aroma a manguito. Cuídate, fortalécete para que si hay que correr tu estés sosteniendo la puerta del vagón limpio de zombis.
NOSFERATU A 100 AÑOS
ACÁ LES CUENTO TODOS LOS DETALLES DE ESTE CENTENARIO FILM CURIOSIDADES, RESUMEN Y MÁS YO SOY LUNA Y AHORA LAS NOTAS ESTAN EN FORMATO DE VÍ...

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Disclaimer: Sé que he estado ausente por un muy largo tiempo, quiero disculparme sobre todo por aquellos quienes en twitter me han pregunt...
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